Los pasos de…

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Siempre he rehuido a los determinismos. La imposición de una serie de valores morales, sociales e incluso religiosos que alteren o nublen nuestro juicio -ya sea como investigadores, miembros de una comunidad, o simples mortales– carece, en perspectiva, de toda seriedad y parcialidad.

Si bien la formación del historiador niega categóricamente el absoluto conocimiento del objeto (de estudio), debido a las coordenadas espacio-temporales, no demerita la activa participación del sujeto (aquel que relata, plasma resultados de las investigaciones, convierte lo ilegible en información accesible, etc.) en la obtención de material trascendente para que generaciones venideras diversifiquen y profundicen la exploración del mar de historias y versiones; no para alcanzar LA verdad, sino para fomentar algún cambio -por más mínimo que éste sea- en el criterio social.

Es entonces ardua la labor de «historiar» sin determinar. Por un momento, estimado lector, intenta cerrar los ojos y pensar en Adolf Hitler: un ser de carne y hueso a quien hemos introducido al «futuro del pasado». No sientas rencor, no reflexiones sobre los miles de muertos con los que su eterna presencia está asociada, dialoga con las circunstancias. Si lo anterior fue difícil, pongámonos sólo un segundo en el lugar de quienes lo estudian con el afán de dar a conocer lo aún por escribirse. Nosotros -lectores, receptores- podemos sentir rabia, furia o incluso empatía (no es el caso del que signa), ellos no, o tal vez no deberían. Es difícil ver el objeto sin sentirse parte de él; envestirnos en el personaje externo: un simple y llano sujeto.

Las voces de cientos de historiadores vienen a mi y me pregunto: ¿qué daría Leopold Von Ranke por estar en este lugar? Deseo analizar mi situación. Existen fuentes literarias, documentos, archivos, periódicos y hasta oralidad para relatar los acontecimientos de los que he sido ambos: objeto y sujeto; sin embargo, hasta el momento en que comencé a redactar la presente entrada, carecía de coraje. Tal vez por tan maravillosos seres que atravesaron el trayecto conmigo -algunos de los cuales podrían ofenderse- o quizás por cobardía. Hoy, esa luz de conciencia me hizo pensar en que, probablemente, mi situación no es única.

Ha sido el silencio del tiempo, principal impedimento para alzar la voz. Así, quienes me anteceden en experiencia, callan. ¿Por qué es mejor ocultar, dejar que nuestras vivencias se olviden en el devenir histórico?

Apreciable lector, pido ejercites una vez más la virtud de la paciencia y sirvas de conejillo de indias para el siguiente experimento: Marcial Maciel Degollado y la Legión de Cristo. ¿Listo? ¿Qué sentiste? ¿Podrías listar lo que conoces con respecto al Padre y su Congregación permaneciendo obtuso, imparcial, como simple relator? Intentémoslo juntos.

El Padre Marcial Maciel Degollado nació en Michoacán el 10 de marzo de 1920 y murió 87 años, 9 meses y veinte días después en Florida, Estados Unidos. En enero de 1941, fundó la Legión de Cristo en la ciudad de México. La Legión de Cristo o, para mis amigos o íntimos conocidos LA Legión. Cierto es que el Reverendo Padre (manera en que se le denomina al interior del sistema legionario) era un hombre de moral dudosa: «[…] la congregación de los Legionarios de Cristo confirma públicamente que el P. Maciel ha tenido una hija en el contexto de una relación prolongada y estable con una mujer y otras conductas gravemente reprobables. Algunos meses más tarde, se presentan en los medios de comunicación otras dos personas, hermanos entre sí, que afirman ser hijos del P. Maciel, fruto de la relación con otra mujer»(ver referencia aquí) . Lo anterior, claro está, no determina las obras de la comunidad ni a los integrantes que tuve a bien conocer; sin embargo, pone en perspectiva el tipo de moral con la que muchos de los adscritos trabajan.

De acuerdo con la RAE, por moral debemos entender «[todo aquello] perteneciente o relativo a las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad o malicia» (ver referencia). Dicha definición tendría que obligar a la Legión de Cristo -establecida como Congregación religiosa y salvaguarda de la Moral Cristiana- a hacer una introspección de su sistema educativo. No por sus alumnos ni por su nivel de competitividad en el ámbito académico, sino por la calidad humana de quienes ‘dirigen’ las instituciones a nombre del régimen Semper Altius.

Respeto en el alma a mis amigos, alumnos y demás miembros de la comunidad, cuyo cobijo me arropó desde que la Dra. Ramírez me contactase con la Universidad Anáhuac. Son ellos el filtro que me impide denunciar abiertamente la serie de injusticias de las cuales fui víctima durante mi paso por un reconocido colegio de la red educativa legionaria; mas permítanme ilustrar: mencioné líneas arriba que no creía en los determinismos, y es verdad. No me parece que las ínfulas y pretensiones de una mujer sin educación preparatoria (muchísimo menos universitaria) comprobable, arriesguen el futuro académico del alumnado que yace bajo su brazos; pero sí creo que ostentar el título «Prefecto de Estudios», sin mayor cartera que la de infiltrarse a través de conexiones sociales, pone un enorme freno al desarrollo profesional de quienes laboran a sus órdenes y reciben de ella consejos y (supuestos) conocimientos.

El problema no es la Legión, sino el sistema que le permitió abrupta y corruptamente llegar hasta donde hoy se encuentra. El problema no es la Legión, es la Dirección General que sin mayor conocimiento de su planta docente, permite que la susodicha prefectura -con todo y su poco instruida cabeza-, limite los estudios y perfile al egresado a un mundo del que sólo sabemos un poco de todo y mucho de nada.

El problema no es la Legión, es una coordinación que, atada de manos, debe despedir elementos valiosos porque han transgredido el orden matriarcal en que la institución parece estar fundada.

El problema no es la Legión, es la falta de oídos, experiencia y humildad de quienes no cuestionan, únicamente firman. El problema no es la Legión, es la Sociedad de Padres de Familia que, sin cuestionarse, permite que puestos como el mío sean ocupados por una autodenominada chef haciendo las veces de profesora de inglés, matemáticas, física, geography, world history e historia de México, lo anterior, claro está, aunado a su recién obtenido puesto como administradora de una de las cooperativas al interior del colegio.

El problema no es la Legión, son las miles de envidias que desata la juventud de un hombre cuya única intención era impartir y compartir conocimientos. El problema no es la Legión, sino que dichas envidias pongan en jaque ante instancias superiores gubernamentales, la labor de quienes -con la mejor actitud posible ante tales vicisitudes- llevaron a un grupo de estudiantes en el Estado de México, a los lugares 3, 5 y 7 de una conocida competencia nacional de historia.

El problema no es la Legión ni el Padre Maciel. El problema somos nosotros. Creamos a un monstruo como Marcial y no lo detuvimos. Permitimos que los abusos continuaran dentro de un esquema. Callamos.

Toda víctima de escorzos negativos debería tener un foro (sí he determinado, me disculpo). De lo contrario, no seremos mejores que el P. Marcial Maciel. Peor aún, nos convertiremos en cómplices. Yo, simplemente me rehúso. ¿Pensaste? ¿Hablaste? ¿Actuaste? ¿Qué te diferencia de él?

«Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» Juan 8:32.



    • sandra: quedé maravillada con este artículo. pues siempre he sido admiradora de las construcciones coloniales y da pena ver que poco a poco se han ido acaba
    • sandra: Actualmente ha dejado de funcionar cono AHDF, pues ha pasado ha ser las oficinas de la Coordinación General de Asuntos Internacionales del gobierno d
    • brunochavezsandoval: Los barrios son parte esencial del crecimiento de la ciudad. Desde el siglo XVI, la distribución y traza de la misma estuvo determinada por dichas in

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